miércoles, 10 de junio de 2009

¡ Te has de ver como el Chipé!(Historia cartagenera)


No me gusta la forma en que el sr.Rodríguez y su partido tienen en relación con lo que llaman gobernar. Me recuerda a lo esuchado y leído sobre otra época nada honrosa.
Recuerdo a mi padre refiriéndose al título de este papelillo cuando quería expresar que algo o alguien iban por mal camino.
Y os traigo aquí esta historia...
¡Quiera Dios que nunca vuelva a repetirse!.

El era un icue*. Vivía o se arrastraba por San Antón, pero no era más que un icue. Casa no tenía; ocupaba tan solo un trozo de aquel bajico ruinoso de las afueras, cerca de las escuelas, en donde también se acogían otros cuantos tan potentados como él. Allí tenía su rincón y los demás le respetaban el montoncico de paja cubierto de un saco en donde dormía todas las noches acompañado de su perro canelo.
Cada mañana se despertaba temprano, salía a escarbar por los montones de desperdicios y se arrimaba a la cerca de las escuelas en donde no dejaba de contemplar a diario la entrada de los niños que tenían casa. Cuando los dejaba recogidos en las aulas ya no tenía más que mirar y se largaba para donde corría el aire. Unos días hacia la Media Sala, otros por la rambla abajo, otros al puerto.Era bien recibido en todos los barrios por su carácter jovial. No era protagonista de nada, pero tampoco armaba peleas. Le llamaban "El Perejil" porque estaba en todas las salsas. También andaba en todas las matanzas de chinos de los alrededores, a las que acudía con su plato de aluminio y su cuchara para que le invitasen a probarlo. La navaja que usaba no servía para pinchar barrigas; solo para cortar el pan y la longaniza.Corría el año 1936. Estaban terminando la nueva cárcel en San Antón y todos los de su panda solo esperaban que trasladase, a ella los presos que llenaban la cárcel vieja, junto a la iglesia, para invadirla, antes de que la derribasen. Siempre se estaría mejor en ella que en las ruinas del bajico; además, confiaban en que dejarían en el edificio abandonado algunos enseres que lo hiciesen más habitable. Alguna cama, colchonetas, cazuelas, mesas o sillas desvencijadas. A una cárcel tan chula no irían a llevar las miserias, comidas para las ratas. que ahora estaban usando los fascistas después del follón del Jueves Santo en la calle Mayor.
Bajaba la cuesta de la iglesia silbando y dándole patadas a las chapas de las cervezas, cuando vio venir, corriendo por la Alameda, al "Chipén" que, a la entrada de su barrio se metió por los callejones con mucha prisa. Se notaba bien que iba escapando de alguien. No le extrañó, porque el "Chipén" se la iba buscando desde hacía mucho tiempo. Era un chulo y un matón, pero nunca usaba pistola. Bien estaba que se ganaba la vida echando bravatas y abusando de su desplante gitano, pero venderse a los carcas por cuatro perras eso no estaba bien. En las elecciones de febrero él estuvo a sueldo de los pandorgos, para proteger a los muchachos que iban pegando carteles electorales. Siempre alguien tenía que defender a los que hacían la propaganda pero los rojos también eran duros y tenían pistolas para defender la calle mientras se pegaban los carteles. El "Chipén" había discutido muchas veces con los chulos contrarios, pero siempre al sacar la navaja habían huido; era muy borde este Chipén y muy ligero al pegar la puñalá trapera.Al poco llegó un coche a todo gas; era un folitraque, pero venía lleno de guardias de Asalto. Se notaba que iban persiguiendo al gitano y por eso, al verlo cerca, echaron pie a tierra y lo rodearon. El Chipén, al verse acorralado se entregó sin resistencia. Le apuntaron con las tercerolas, pero él gritó con las manos abiertas que no llevaba armas. "¡Claro que no las llevas!. Te dejaste la navaja en la calle Honda y venimos a devolvértela. Has apuñalado a dos camaradas y te vamos a dar "p'al pelo"."
"Yo me tuve que defender -gritó el gitano- Las J.S.U. me la habían jurado y aquellos dos venían por mí. Bajaron de la plataforma del tranvía y me pidieron cuentas, pues habíamos luchado en la campaña electoral y se querían cobrar la vez que les dí yo a ellos. Me llamaron carca y yo no lo soy; tan solo me ganaba la vida. No me dio tiempo nada más que de sacar la navaja""Has matado a uno, Chipén, y el otro está muy grave. Tienes a toda la gente detrás de ti. Te conviene entregarte para que te protejamos".
"Ya os digo que no llevo aneas. La navaja la tiré junto al tranvía. Me entrego, pero no me peguéis".Lo subieron al coche y salieron para Comisaría, pero al Perejil le dio tiempo para encaramarse en el portaneumáticos de la trasera y así salió con ellos Alameda para abajo. Cuando llegaron al caserón de la subida de San Diego ya se estaban congregando ante su puerta un centenar de personas gesticulantes que recibieron el coche con gritos amenazadores, agolpándose sobre los guardias de Asalto que protegían al preso con las culatas de sus mosquetones. El Perejil se apeó y se unió a la plebe, que continuaba presionando en sus intentos de entrar en la Comisaría, cuyo paso lo impedía una fuerte guardia que despejaba la puerta.
Se corrió la voz de que el Chipé había sido apresado y acudieron masas de indignadas gentes a la Comisaría. Ya eran miles de personas las que llenaban la calle y ensordecían con sus gritos de "¡Muerte al Chipé!". Avisaron al alcalde. César Serrano, que se dirigió al pueblo recomendando calma y prometiendo que el asesino sería llevado a los tribunales. Pero la gente arreciaba en sus alaridos insistentes de "¡Muera el Chipé!", Intentando forzar la entrada para apoderarse del preso. Tanto presionaba la masa que los guardias se veían comprometidos para no lesionar a nadie en el rechazo, por lo que arriba acordaron sacar al preso por la puerta posterior y llevarlo en un coche a la cárcel para protegerlo mejor. Pero esta intención fue conocida por la plebe, que rodeó el edificio.
Cuando los guardia, conduciendo al Chipé, intentaron subirlo al automóvil que tenían preparado en la calle de Saura, se vieron rodeados por cientos de energúmenos que, agarrando al gitano, se lo arrebataron a la fuerza pública y lo derribaron, dándole golpes, garrotazos y patadas hasta producirle la muerte. Entonces, no contentos con tal castigo, le ataron una cuerda al cuello y tirando todos de ella lo arrastraron por la calle de San Fernando hasta la Plaza de España y de allí, por la calle del Carmen, Puertas de Murcia y calle Mayor hasta el Muelle.
Eran las mujeres las que más gritaban y se ensañaban con el cadáver y así lo llevaron por delante del Ayuntamiento hasta arrojarlo al mar siempre colgado de la cuerda, con la que luego lo izaron, arrastrándolo de nuevo hasta la gasolinera de las Puertas de San José, rociándolo con gasolina y prendiéndole fuego. Bailaron alrededor, echándole en cara sus noches en el café "La Puñalá" con Carmen La Naranjera y don Paco Pemartín.
Nunca el Perejil había contemplado barbaridad más gorda y, comentándola con sus compinches, se volvió por toda la Alameda de San Antón, aunque al poco se subieron en los topes del tranvía, haciéndole rabiar a Moisés. Tenían prisa por llegar, porque de tanta gente que estaban deteniendo ya no había sitio bastante en la cárcel vieja y habían abierto la nueva, que tenía el yeso tan fresco en sus paredes que los presos cogerían reuma con la humedad, que rezumaba.
"¡No tendrán tiempo de coger reuma porque van a empezar los paseos -dijo un grandullón que venía de husmear en el Frente Popular. En efecto, ya empezaron a pasar coches con letreros de "¡Irás y no volverás!", Erizados de fusiles que sobresalían por ambos lados. Se fueron a la cárcel nueva para ver llegar los coches y descargar los presos. Aquello era un jubileo. Todo lo más empingorotado de Cartagena estaba invitado para la inauguración de aquel edificio. El Perejil cambió su puesto de observación de las escuelas a la cárcel y de la mañana a la tarde....

Icue*= en lenguaje cartagenero chavalillo cercano al lumpen.Mafarka

1 comentario:

Delfin Córcoles dijo...

Un relato genial. Es cierto que como muchos de los que pasaron en toda España, pero lo has contado extraordinariamente. Enhorabuena.

Tenemos que ir preparandonos para todo. Hace poco, y sin venir a cuento, oí a una voz privilegiada descartando lo peor, como cuando ratifican a un entrenador.

Saludos.