El ser humano no gusta de la soledad.
Puede agradarnos estar solos puntualmente en algunos momentos, por días e incluso semanas, como un descanso de nuestro cerebro y de nuestro cuerpo, pero pronto, pasado ese tiempo, el hombre busca el relacionarse, la compañía de los demás, la relación con los otros.
Y es porque nos realizamos como personas dando y recibiendo. Cuando damos generosamente, sea lo que sea, desde un objeto a cariño, ofrecemos lo mejor de nosotros mismos, lo más puro, la mejor ofrenda de la cual somos capaces.Igualmente cuando recibimos. Vemos en el otro al oferente y nos sentimos agradecidos.
Por eso no es bueno que el hombre esté solo, que el ser humano trascurra sus días en un suceder de minutos monótonos, fríos, estériles.
Alguien que sufre esa soledad de una manera más dura es el grupo de las personas mayores. Y llamo persona mayor a toda aquella que pasa de cincuenta años.
Con el correr de los años, el hogar se ha ido quedando solo. A las personas se les jubila voluntariamente o no, se les margina, a veces hasta por sus propios hijos y familiares.
Las horas parecen más largas y no se sabe cómo llenarlas, después de haber vivido una vida tan llena de ruido, responsabilidades y quehaceres.
Junto con la soledad, la persona sufre la necesidad de sentirse amada.
El amor es tan necesario como el pan y, cuando las fuerzas empiezan a fallar, se siente más la necesidad de amar y ser amado.
Si nos ponemos en la piel de la otra persona, de esa que sufre una disminución de fuerzas y que unido a eso tiene el pasar sus días contemplando tras los cristales la calle sin nadie a quien comentar sus pensamientos, veremos cuan duro es resisitir día tras día esa situación.
A veces se puede vivir en soledad rodeados de gente. Puede ser una carencia de afecto o una percepción errónea del mismo, en un mundo donde todos andamos con prisa y sin tiempo para pararnos a escuchar siquiera un minuto a esa otra persona.
No tengo soluciones para esa soledad y el único sentido que tiene este escrito es suscitar una reflexión y provocar un sentimiento de compañía en aquellos que por un momento hayan podido sentir dentro de sí un minuto de soledad...
Puede agradarnos estar solos puntualmente en algunos momentos, por días e incluso semanas, como un descanso de nuestro cerebro y de nuestro cuerpo, pero pronto, pasado ese tiempo, el hombre busca el relacionarse, la compañía de los demás, la relación con los otros.
Y es porque nos realizamos como personas dando y recibiendo. Cuando damos generosamente, sea lo que sea, desde un objeto a cariño, ofrecemos lo mejor de nosotros mismos, lo más puro, la mejor ofrenda de la cual somos capaces.Igualmente cuando recibimos. Vemos en el otro al oferente y nos sentimos agradecidos.
Por eso no es bueno que el hombre esté solo, que el ser humano trascurra sus días en un suceder de minutos monótonos, fríos, estériles.
Alguien que sufre esa soledad de una manera más dura es el grupo de las personas mayores. Y llamo persona mayor a toda aquella que pasa de cincuenta años.
Con el correr de los años, el hogar se ha ido quedando solo. A las personas se les jubila voluntariamente o no, se les margina, a veces hasta por sus propios hijos y familiares.
Las horas parecen más largas y no se sabe cómo llenarlas, después de haber vivido una vida tan llena de ruido, responsabilidades y quehaceres.
Junto con la soledad, la persona sufre la necesidad de sentirse amada.
El amor es tan necesario como el pan y, cuando las fuerzas empiezan a fallar, se siente más la necesidad de amar y ser amado.
Si nos ponemos en la piel de la otra persona, de esa que sufre una disminución de fuerzas y que unido a eso tiene el pasar sus días contemplando tras los cristales la calle sin nadie a quien comentar sus pensamientos, veremos cuan duro es resisitir día tras día esa situación.
A veces se puede vivir en soledad rodeados de gente. Puede ser una carencia de afecto o una percepción errónea del mismo, en un mundo donde todos andamos con prisa y sin tiempo para pararnos a escuchar siquiera un minuto a esa otra persona.
No tengo soluciones para esa soledad y el único sentido que tiene este escrito es suscitar una reflexión y provocar un sentimiento de compañía en aquellos que por un momento hayan podido sentir dentro de sí un minuto de soledad...
No hay comentarios:
Publicar un comentario