lunes, 26 de enero de 2009

Nubes de tormenta...


Este mundo está necesitado de perdón. Así, tal como suena. Pero el perdón no es algo etéreo, no es como una nube que aleja la tormenta del cielo dejándolo limpio, dispuesto para el sol.Es algo más concreto, que atañe al ser humano y su relación con los demás...y con Dios.
Perdonar es reducir el resentimiento y aumentar la benevolencia y el amor hacia alguien que ha sido injusto. Esta es una opción personal, un acto de la voluntad. Reconciliarse es para dos personas recuperar la mutua confianza. Esto requiere la cooperación de ambas partes. Uno puede perdonar al ofensor y al mismo tiempo mirar a sus espaldas.
Existe el «perdón cognitivo». Son pensamientos de perdón y declaraciones dirigidas a la persona que ha sido injusta. En ese estado, la persona no necesita abordar al ofensor sino realizar este perdón cognitivo en su interior.
Al perdón cognitivo sigue el perdón emocional, la apertura de uno mismo a la compasión y al amor hacia este hijo de Dios que te ha golpeado. Esto es difícil y puede llevar su tiempo.
Más allá del perdón emocional, está la difícil tarea de «soportar el dolor» de lo que ha sucedido. Quien perdona no puede hacer que el reloj vuelva atrás y deshacer el daño, pero puede tomar la valiente decisión de aceptar el dolor y ser un instrumento de bien para el ofensor.
Para un cristiano, esto nos lleva a identificarnos con Cristo que sufre en la cruz por nuestros pecados. Él soporta el dolor por nosotros. Nosotros hacemos lo mismo por los demás después de haber sido perdonados.
El perdón es de Dios y no podemos pensar en el perdón como una técnica psicológica más. Perdonar es entrar en el misterio de la cruz de Cristo. Perdonar es ofrecer amor incondicional al ofensor. No es un acto de debilidad.Un punto importante es estar abiertos al misterio del perdón, sin tener en cuenta el historial personal.
Perdonar es no dar importancia al sufrimiento que has tenido que experimentar a causa del pecado de otro.
El perdón que ofrecemos es un acto de amor.En la encíclica de Juan Pablo II «Salvifici Doloris» tenemos claro el sentido del perdón: perdonar es entrar en el sufrimiento redentor a favor de otra persona.
Nadie está exento de perdón ni sobrado de él. ¡Ojalá seamos perdonados y sepamos perdonar!.

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