Hoy no me apetece escribir de política, ni de entrantes o salientes, ni siquiera del braco "Cocú", color chocolate del ex-ministro,¡vaya, ex-ministro ya, que carrera,Fernández Bermejo, ni de trincones, jueces ansiosos pero menos u otra cosa.
Me llegó un correo de la amiga Delacroix que, después de leerlo, guardé. Merece la pena transcribirlo...
Un médico, que además era director de un hospital, daba una charla a su personal de doctores y enfermeras y les planteaba:
“Qué harían ustedes en el caso de una paciente que no se comunica verbalmente ni reacciona a la palabra hablada o a los mensajes escritos, que balbucea de manera incoherente durante varias horas al día, que parece desorientada durante horas en cuanto a su persona, al espacio y al tiempo, aunque da la impresión de que reconoce su propio nombre.
“No se interesa ni coopera para nada en su propio aseo; hay que darle de comer dietas blandas ya que no tiene dentadura. Presenta incontinencia de orina y heces, por lo que hay que cambiarla varias veces al día y bañarla con frecuencia. Babea continuamente y tiene la ropa siempre manchada. No es capaz de andar. Su patrón de sueño es errático; se despierta frecuentemente por la noche y sus gritos despiertan a los demás.
“Aunque la mayor parte del tiempo parece tranquila y amable, varias veces al día y sin causa aparente, se pone muy agitada y estalla en crisis de llanto sin motivo. Así se pasa los días y las noches….”
Las respuestas de médicos y enfermeras fueron parecidas a ésta: “Cuidar de un caso así sería devastador, un modo de desperdiciar el tiempo de médicos y enfermeras. Casos como éste deberían estar en los asilos, no hay nada que hacer con ellos”.
Después de escuchar varios comentarios en el mismo sentido, intervino el Director: “quiero que conozcan a la paciente a la que me he referido”. Y en seguida proyectó su imagen en la pantalla: era una hermosa niña de seis meses de edad.
Una vez que se calmaron las protestas del auditorio por haber sido víctimas de un engaño, el Director les ayudó a ver que deben considerar si el solemne compromiso adquirido por cada médico de no discriminar, puede hacerse a un lado ante las diferencias de peso, de estatura, de edad, de perspectiva vital, de sentimientos que inspira el aspecto físico de los pacientes o si, por el contrario, ha de sobreponerse a esos datos circunstanciales.
Los médicos y enfermeras presentes entendieron que no deben dejarse llevar por el sentimiento a la hora de ver a sus enfermos, ya que una paciente anciana es tan digna y amable como la niña, y que los enfermos que transcurren los últimos días de su existencia consumidos por la demencia o el dolor, merecen el mismo cuidado y atención de los que inician la vida en la incapacidad de la primera infancia.
Esto es lo que el Dr. Gonzalo Herranz* llama “ La Prueba de Ruskin”, una piedra de toque para medir el compromiso de no discriminar
* Catedrático de medicina, investigador médico y escritor. Universidad de Navarra, España
Esto es lo que nos diferencia de los animales, aunque muchos de ellos serían incapaces de abandonar a un congénere.
El ser humano añade el espíritu, ese sentido que trasciende, que hace mejores. Todo es posible si ponemos un poco de empeño y sacamos lo mejor de nosotros mismos.
Un abrazo.
Me llegó un correo de la amiga Delacroix que, después de leerlo, guardé. Merece la pena transcribirlo...
Un médico, que además era director de un hospital, daba una charla a su personal de doctores y enfermeras y les planteaba:
“Qué harían ustedes en el caso de una paciente que no se comunica verbalmente ni reacciona a la palabra hablada o a los mensajes escritos, que balbucea de manera incoherente durante varias horas al día, que parece desorientada durante horas en cuanto a su persona, al espacio y al tiempo, aunque da la impresión de que reconoce su propio nombre.
“No se interesa ni coopera para nada en su propio aseo; hay que darle de comer dietas blandas ya que no tiene dentadura. Presenta incontinencia de orina y heces, por lo que hay que cambiarla varias veces al día y bañarla con frecuencia. Babea continuamente y tiene la ropa siempre manchada. No es capaz de andar. Su patrón de sueño es errático; se despierta frecuentemente por la noche y sus gritos despiertan a los demás.
“Aunque la mayor parte del tiempo parece tranquila y amable, varias veces al día y sin causa aparente, se pone muy agitada y estalla en crisis de llanto sin motivo. Así se pasa los días y las noches….”
Las respuestas de médicos y enfermeras fueron parecidas a ésta: “Cuidar de un caso así sería devastador, un modo de desperdiciar el tiempo de médicos y enfermeras. Casos como éste deberían estar en los asilos, no hay nada que hacer con ellos”.
Después de escuchar varios comentarios en el mismo sentido, intervino el Director: “quiero que conozcan a la paciente a la que me he referido”. Y en seguida proyectó su imagen en la pantalla: era una hermosa niña de seis meses de edad.
Una vez que se calmaron las protestas del auditorio por haber sido víctimas de un engaño, el Director les ayudó a ver que deben considerar si el solemne compromiso adquirido por cada médico de no discriminar, puede hacerse a un lado ante las diferencias de peso, de estatura, de edad, de perspectiva vital, de sentimientos que inspira el aspecto físico de los pacientes o si, por el contrario, ha de sobreponerse a esos datos circunstanciales.
Los médicos y enfermeras presentes entendieron que no deben dejarse llevar por el sentimiento a la hora de ver a sus enfermos, ya que una paciente anciana es tan digna y amable como la niña, y que los enfermos que transcurren los últimos días de su existencia consumidos por la demencia o el dolor, merecen el mismo cuidado y atención de los que inician la vida en la incapacidad de la primera infancia.
Esto es lo que el Dr. Gonzalo Herranz* llama “ La Prueba de Ruskin”, una piedra de toque para medir el compromiso de no discriminar
* Catedrático de medicina, investigador médico y escritor. Universidad de Navarra, España
Esto es lo que nos diferencia de los animales, aunque muchos de ellos serían incapaces de abandonar a un congénere.
El ser humano añade el espíritu, ese sentido que trasciende, que hace mejores. Todo es posible si ponemos un poco de empeño y sacamos lo mejor de nosotros mismos.
Un abrazo.
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