sábado, 8 de noviembre de 2008

La COPE...


La anécdota nos remite a la Segunda Guerra Mundial. En cuanto los nazis ocuparon Dinamarca, dispusieron que los ciudadanos judíos debían identificarse por medio de un parche o escarapela amarilla en forma de Estrella de David, con el aparente propósito de segregar y luego deportar a la mayor cantidad de detenidos a la brevedad. El bando se emitió por la mañana. Por la tarde, el rey Christian X realizaría su acostumbrado y siempre puntual paseo a caballo partiendo de palacio hacia las afueras de Copenhague. Cuando los portales se abrieron, la muchedumbre contempló con extrañeza al soberano que, guiando impertérrito el corcel blanco, lucía sobre su pecho la insignia amarilla de la Estrella de David. Por la noche, toda la población del país llevaba sobre sus ropas el infame distintivo. Así fue cómo los nazis no pudieron reconocer a sus víctimas y, por ese motivo, resultó casi insignificante la proporción de judíos daneses deportados y enviados a los campos de exterminio.
Hay quien dice que dicha anécdota es inventada. No viene al caso, pero sí me parece totalmente significativo a la hora de ejemplarizar una conducta que podríamos tener todos aquellos que, de una u otra manera, nos sentimos identificados con esa cadena de radio.
Significa el poner freno, el ponerse enfrente de aquellos que quieren callar doblemente: a la Iglesia y a la ciudadanía.
La COPE la escucha mucha gente...COPE SOMOS MUCHOS, sería el lema que yo propondría. No es lo de somos todos, demasiado ampuloso en algún momento, pero sí muchos dispuestos a no ser callados.
Nos jugamos mucho y se admiten sugerencias para apoyar a una radio libre y al mismo tiempo evitar que se acalle una voz.
Buen domingo.

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