miércoles, 5 de noviembre de 2008

La Providencia...


A veces no resulta fácil expresar con palabras lo que uno quiere decir, y más si se trata de un tema que abarca tantos matices como puede ser este de la Providencia divina; pero bueno, intentaré darle forma de la mejor manera.
Hace poco leía, creo que a Imper, y venía a decir que, aún contando con su respiración algo dañada, había que seguir.
Le he estado dando vueltas a la idea y llego a la conclusión de que se reunen muchos factores para que el ser humano siga viviendo, insignificante como es, como somos, sobre la faz de la Tierra.
Vivimos en una época engañosa.
Por un lado parece que podemos comernos el mundo: móviles que hacen fotos, envían correos electrónicos, coches con sensores de todo tipo, electrodomésticos que casi no precisan del ser humano...pero detrás está el hombre.
Ayer tarde fuí con Stella a IKEA. Teníamos que comprar algunas cosas y de paso nos servía como salida, como estar juntos de manera tranquila y distinta.
Llegamos allí y al poco, noté que las fuerzas bajaban rápidamente. No le dije nada. Ella se ríe de mí porque en estos casos me "chuto" unos toques de colonia en las narices y rápidamente recupero el tono.
¡Me ha dado muy buen resultado en varias bodas en desmayos!. Tiene su base científica, no creais, al meter en pituhitaria el alcohol se produce una estimulación de la misma. Oye, mano de santo.
A lo que íbamos,que me pierdo por los cerros de Úbeda. Habíamos quedado que estaba con sensación de ·"pájara" en pleno establecimiento.
La miré, la ví feliz como hacía tiempo no la encontraba y pensé que no podía amargarle ese momento.
Hablé con Dios: ¡Una peseta de ayuda, Señor, un poco más de fuerzas y luego, que sea lo que Tú quieras!.
La respuesta me vino en forma de alfombras.
Sí, no estoy loco. Una pila de alfombras me llegaba justo a la cintura y allí me senté, mientras Stella seguía mirando las cosas que pensaba comprar.
Estaba yo así como así, ni para dentro ni para fuera, cuando se acercó una señora con un bebé en un carrito.
Sonreí al niño...me miró y con su boquita desdentaba emitió un murmullo de alegría y sonrió a su vez.
Me sentí recompensado. Esa sonrisa era la fuerza que buscaba. Así seguimos durante unos minutos. Una muda comunicación entre dos seres humanos.
Acabamos la compra y aproveché que siempre llevo agua en el coche para beber un buen trago.
Seguía dando gracias a Dios por esa tarde, por esos momentos y hasta por el mismo aire que me refrescaba la cara.
¿Por qué cuento esto?. Porque Dios actúa en cada instante. Un Creador que ha puesto su mano en el Universo ha de cuidar impepinablemente,permitidme el término, de sus criaturas.
Es un inmenso misterio, pero el creyente siente, percibe, que esa mano está detrás de su vida, es la Providencia de Dios que da cumplimiento a su obra.
Esa misma Providencia nos mantiene ahora mismo, en estos instantes de vigilia en mi caso y de sueño para otros.
Ella nos da fuerzas para caminar entre tantas cosas que se empeñan en negarla. Personalmente sólo puedo darle las gracias y pedirle que nunca nos abandone.
Un abrazo, amigos.

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